CUÁNDO. La instrucción en CM ha de considerarse un contenido sustancial en el desarrollo del lenguaje oral y escrito desde la etapa infantil (Lyster, 2002), y, sobre todo, en toda la etapa de primaria, llegando incluso a los primeros cursos de secundaria (Tsesmeli y Seymour, 2009).
CÓMO: Los resultados apoyan el uso de la instrucción explícita y regular en CM en el aula, especialmente para el alumnado que tienen dificultades con la lecto-escritura (McCutchen, Stull, Herrera, Lotas y Evans, 2014). Se trata de atraer la atención directa del alumnado sobre la morfología de las palabras para fomentar la conciencia explícita de su estructura con la idea de que pueda transferirse a otras palabras de mayor complejidad.
La enseñanza ha demostrado ser más efectiva, cuando se ha recurrido a técnicas muy concretas (modelado -presentar el modelo correcto y esperar a que sea repetido-, bootstrapping semántico y fonológico, el autodescubrimiento o la solución de problemas morfológicos,…) enclavadas en situaciones lúdicas estructuradas y sistematizadas (el juego repetido, el juego del detective,…) y en grupo para facilitar el intercambio, permitir el apoyo mutuo entre todo el alumnado, aprovechar mejor los comentarios del adulto y de los compañeros/as (si varios niños/as están trabajando sobre el mismo objetivo morfológico, se incrementa el número de episodios de enseñanza proporcionados durante la sesión).
QUIÉN: Se ha demostrado que los entrenamientos son más efectivos si se vinculan a la dinámica general del aula y si son los propios tutores de los niños y niñas quienes, previamente entrenados, desarrollan la instrucción en el aula ordinaria.